Redacción IN
Miami, FL. Febrero 5, 2014.- Existen herramientas, como por ejemplo el serrucho, que lentamente se fueron desarrollando a lo que son hoy en día, durante muchos siglos. Otros, como la bombilla eléctrica se crearon adaptando y uniendo principios científicos hasta hacerlos realidad.
Pero hay un tipo de invención que quién sabe de dónde ha aparecido. El botón, por ejemplo, un muy útil instrumento que asegura los ropajes protegiéndonos de las ráfagas de frío, fue desconocido durante casi toda la historia de la humanidad.
Los antiguos egipcios, griegos y romanos, usaron túnicas sueltas, capas y togas. Ciertamente, el clima en esos lugares de antaño era benévolo. Pero las vestimentas del norte eran igualmente “desabotonadas”.
Esquimales y vikingos se vestían poniéndose ropajes a través de la cabeza (como un poncho) y se los ajustaban con cintos; los celtas se envolvían en piezas de lana de más o menos cinco metros de largo, dando cuatro o cinco veces vueltas alrededor de la cintura a modo de faldas para luego cobijarse el pecho con uno de los extremos que lanzaban sobre el hombro. Los japoneses utilizaban una cinta para ajustar sus prendas de vestir.
Los primeros botones como tales fueron conchas de diversos moluscos, talladas y perforadas. Datan del 2000 a. C., y han sido hallados en el valle del río Indo (Pakistán). Pero no fue hasta el siglo XIII al norte de Europa, cuando el botón apareció (o para ser más precisos, el botón y el ojal aparecieron). A partir de entonces, los botones fueron elaborados de huesos, cuernos, madera, piedras ligeras hasta llegar al plástico, acrílico, tela y metal.
Un detalle curioso es que en la actualidad, los Amish no usan ningún tipo de botones en sus prendas de vestir. Y por otra parte, ¿Se han preguntado por qué los ojales y botones de las prendas de vestir utilizadas por las damas se solapan hacia la izquierda de quien las usa y viceversa en el caso de las prendas masculinas? Podría ser por la misma razón que un padre no puede hacerle el nudo de la corbata al hijo frente a frente y tiene que colocarse detrás de su espalda como si estuviera haciéndolo él mismo.
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Sin duda, la invención de este “dúo dinámico” sigue siendo un misterio y no está respaldada por algún desarrollo científico o técnico excepcional, pero su invención requirió de mucha imaginación.
Si se trata de describir en palabras los extraños movimientos que se tiene que hacer para abotonar o desabotonar, esto dará la noción de lo complicado que es explicarlo. Entonces hay que pensar en lo que fue inventarlo.
No hay un registro de quién fue el inventor del botón (ni del ojal), pero de alguna manera él o ella, fue un genio.