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AdminINBy: Maru Pardo
Wellington, FL. 15 de Junio de 2025 — “Nifu Nifa: El Legado Robado”, documental producido por Soraly Arteaga Jurado, Alejandro Arteaga, Javier Farías y Marianela Acevedo, de Productions Boa, fue galardonado en Atlanta, GA con el Southeast Emmy Award 2025 en la categoría Documental Histórico/Cultural.
Este reconocimiento no es solo una victoria creativa; representa un verdadero narrative turning point que redefine las reglas del juego en la batalla por el control del discurso mediático —incluyendo el aprovechamiento de vacíos legales en el registro marcario en Venezuela— y de la historia que algunos han intentado torcer a conveniencia. Mientras celebra una obra técnicamente impecable, este galardón es la validación pública y global de una verdad que, durante años, ha sido tergiversada y manipulada con cálculo para borrar su origen.
La pieza audiovisual despliega —con precisión quirúrgica y storytelling de alto calibre— la construcción y el despojo sistemático de una marca, una imagen, un concepto y una historia que pertenecen a Gianna Lodi, creadora y directora de Las Payasitas Nifu Nifa desde 1984. Su visión artística, su arquitectura conceptual, su ADN creativo y su propósito cultural le fueron arrebatados mediante tecnicismos legales y una estrategia comunicacional diseñada al milímetro para excluirla del relato fundacional. Spoiler alert: el plot en dos platos: la creadora fue marginada, su obra desvirtuada, su legado robado y hoy, el documental le devuelve su lugar. No es solo una reparación simbólica: es la restitución del authorship de una propuesta artística que transformó —desde sus cimientos— el espectáculo infantil en el imaginario cultural venezolano.
En 1984, Las Payasitas Nifu Nifa no nacieron como producto comercial ni como fórmula de marketing, y mucho menos como improvisación de “niñitas bien” de la Caracas de los ’80. Lo sé de primera fuente, porque fui una de ellas. Surgieron de una visión integradora —artística, pedagógica y emocional— concebida por Gianna y llevada a cabo con claridad estratégica y rigor creativo. Con el respaldo de su entorno familiar, Gianna materializó su idea – nacida del corazón y ejecutada con su cerebro de psicopedagoga y su alma de artista. No fue réplica ni adaptación: fue autoría legítima, con identidad propia. Una creación que transformó la forma de comunicar valores, alegría y contenido a la infancia venezolana y, más adelante, a la latinoamericana, hispana en EE.UU. y canadiense.
Durante más de 40 años, Gianna ha compartido su creación con generosidad genuina —no como táctica, sino como principio. Formó a decenas de payasitas, transmitiéndoles un lenguaje visual, emocional y escénico que trascendía el maquillaje, las canciones y el vestuario. Pero algunas confundieron oportunidad con derecho, formación con cesión y pertenencia con propiedad. Las ahora denominadas “… de Venezuela” —como si agregarle el nombre del país al logo fuera un acto de legitimidad y no un guiño al oportunismo— decidieron que belonging era lo mismo que owning. Expropiaron el concepto que las formó, borraron su origen, y lo revendieron como propio. Como dijo una buena amiga mía: expropiar es robar. Y sí, se alinearon con el mood del poder reinante. Sin respeto. Ni por su autora, ni por la verdad, ni por los niños que crecieron —y siguen creciendo— dentro del Mundo Infantil Nifu Nifa. Hechos como este normalizan el robo, institucionalizan la hipocresía —disfrazada de homenaje— y convierten la lealtad en simulacro, la ética en accesorio, y el legado en mercancía.
Fue una operación fría, quirúrgica y premeditada. Se apropiaron del nombre, del logo, de la imagen, de la historia, los recuerdos y del espacio simbólico en la sociedad que las vio nacer de la mano de Gianna. Pero hay una brecha abismal entre formar parte de una historia y ser su autor. No por trabajar para un concepto se es dueño del concepto. El alma no se hereda. El genio no se copia. Y el ownership no se roba. Period.
Al final, son como los Seis personajes en busca de autor, pero sin tragedia: lo que hay aquí es show business sin alma puro y duro. No interpretan por extravío, sino por cálculo. No buscan un autor: lo usurparon. Se adueñaron malamente del libreto, del escenario y del spotlight, a la sombra de alianzas de naturaleza cuestionable, repitiendo líneas que no les pertenecen, sin el contexto ni los principios que fundaron esa historia. Maquillan sus miserias con sonrisas encarilladas, ejecutando un performance impostado, con relato reciclado y memoria selectiva a conveniencia. Solo que aquí, a diferencia del teatro del absurdo, el libreto no se ha extraviado. Este legado tiene autora, origen y voz. Y esa voz —la de Gianna— acaba de retumbar con la fuerza de un Emmy.
El SAPI puede otorgar trademarks. Las oficinas gubernamentales pueden archivar cientos de papeles —que aguantan todo, by the way— pero el creative ownership no se legaliza: se reconoce en la memoria colectiva. La obra nace con su autora. Y esa autora, again, se llama Gianna María Lodi Ibarra.
El documental lo demuestra con nitidez, y el Emmy lo ratifica con contundencia: el legado no se borra con manipulación. Hoy, quienes usurpan ese lugar siguen promoviendo una versión distorsionada, útil solo a sus intereses. Pero la verdad, tiene timing. Y cuando llega, se impone.
Y llegó. Sin ruido. Sin odio. Con evidencia. Con altura. Con un Emmy en la mano y una historia restaurada.
Las Payasitas Nifu Nifa no fueron una moda. Fueron una revolución estética, musical y educativa. Redefinieron el entretenimiento infantil, resignificaron el rol femenino en escena —dándole espacio, voz y liderazgo a decenas de mujeres jóvenes en formación, como yo misma— y sembraron valores desde el arte con una potencia que jamás se improvisa. Eso no se copia, ni se empaqueta. Eso nace del genio y se cultiva con propósito.
El legado de Gianna no está en un vestuario ni en una coreografía, ni en slogans nacidos de su ingenio, ni en frases pronunciadas con inflexiones de voz únicas que hoy otras se empeñan en imitar con descaro. Está en la metodología, en el diseño visual, en el lenguaje gestual y la conexión emocional que vive en cada canción, cada recuerdo y cada sonrisa que genera. Ese legado fue robado, sí. Pero nunca ha dejado de ser de Gianna. Porque es suyo. Porque nació de ella. Y hoy, comienza a volver a casa.
A Gianna le habrán arrebatado los créditos, pero jamás podrán tocar su genialidad. La verdad no necesita licencia ni contrato. La verdad simplemente is the truth. Y cuando irrumpe, no hay branding —ni bloque— que la oculte, porque sus armas, son invencibles.
Este Emmy no es solo un premio. Es un statement. Un acto reparador. Una advertencia con memoria. Un recordatorio de que la creatividad tiene origen, y el legado, raíz. Para quienes fuimos parte del elenco fundador, este Emmy sabe a justicia. Porque el documental no solo es real: era más que necesario. Y porque duele —profundamente— saber que Gianna no puede volver a Venezuela con su peluca rosada, la misma con la que hizo y sigue haciendo historia, porque una decisión marcaría se lo prohibe. Así como lo están leyendo. A las nuevas generaciones, este premio deja una lección afilada: la verdad es lo que no pasa de moda. Porque la inocencia muere cuando la traición se esconde detrás de adulaciones hipócritas.
Hoy la justicia habló. Habló con pruebas, con forma y con voz. No fue poesía, ni consuelo: fue corrección histórica. Después de años de distorsión, se empieza a reparar una narrativa que otros intentan perpetuar. Hoy, por fin, la verdad tuvo audiencia. Y el legado robado dio su primer paso de regreso a casa.
Esa verdad tiene nombre: Gianna. Una creadora que nunca negoció su visión ni disfrazó su entrega. Que construyó desde la autenticidad, no desde la ambición. Su obra ha formado a generaciones, pero también fue vulnerada, desfigurada, revendida como si no tuviera origen. Hoy, esa injusticia comenzó a escribirse en reversa.
Nada de esto sería posible sin quienes decidieron contar lo que muchos prefirieron callar. Gracias al equipo detrás de este documental por dirigir los reflectores hacia donde siempre debieron estar. Porque cuando la verdad irrumpe, no hay montaje que la resista ni maquillaje que la oculte. Solo queda el peso irrebatible de los hechos.
Y cuando una historia se cuenta con valentía, con precisión y con propósito, deja una huella que ningún plagio puede borrar. Hoy se narró como debía: con memoria, con dignidad, y con la fuerza serena de lo verdadero.
En tiempos donde el relato se disputa a golpe de redes y manipulación, el fact-checking más poderoso sigue siendo una historia bien contada. Si esta historia tenía una deuda, el Emmy es apenas la primera cuota saldada. Lo que viene ya no es lucha: es vindicación.
Y que suenen las trompetas. Ya no quedan más dudas. ¡Son Las Payasitas Nifu Nifa!
Maru Pardo
Periodista | Fundadora de Integrate News
Miembro del elenco original de Las Payasitas Nifu Nifa
Foto Cortesía @nifunifaoficial / @productionsboa