—Por Juan Carlos Pérez Soto
Miami, FL. Octubre 23, 2013.– Siempre he querido ser un reflejo- un espejo- de las cosas que veo y siento. Cuando hace muchos años empecé a escribir canciones descubrí que mientras más profundo exploraba dentro de mí, más cerca llegaba a estar de los demás y más rápidamente alcanzaba sus corazones. Música y palabras, siempre en ese orden, fueron por décadas el vehículo único que utilicé para este ritual místico de conexión con el mundo.
Hace unos meses me invitaron a participar en un ciclo de charlas sobre música y creatividad en República Dominicana. Empecé a escribir -a lápiz y papel- el montón de ideas desordenadas, aparentemente inconexas, que se me iban ocurriendo. Después de páginas de pensamientos sin filtrar me di cuenta de que había finalmente roto las paredes de la dulce prisión de la música, que había liberado a las palabras de su condición de sidekick, de actriz de papeles secundarios. Y pude darme cuenta del universo que se me estaba empezando a abrir, de los caminos nuevos y delirantes que pronto comenzaría a recorrer.
Así nacieron mis escritos. Son sólo mi manera de empezar a escribir la palabra “PALABRAS” con mayúsculas.
¿Sería aventurado decir entonces que todas las canciones escritas por los hombres son solamente notas, fragmentos, palabras sueltas, melodías inconclusas de una única canción total, universal, eterna?
Juan Carlos
Por Carla Alvarenga
Distendido y sencillo su caminar anuncia la particular forma en la que ve la vida. Los brazos los mantiene siempre abiertos, es la consecuencia de haberle cedido el pecho entero a su guitarra como canal de su corazón y afecto.
El ha escogido el camino más sutil y poderoso, el de la palabra como canal de sentimientos, como historias a capítulos, como canal del otro.
Tiene más de 30 años viviendo de lo que ama y respeta. Naciendo en cada canción que entrega sin muchas veces saber quien será el mensajero. La fortuna de quien concibe la creatividad con un componente espiritual es igualmente mágica, sus letras han sido interpretadas por más de 100 artistas, esos que compiten en nuestra sociedad con las estrellas.
Hasta hace poco mantuvo el ego de un Grammy y los discos por ventas pagando karma entre cajas del maletero, ya les levantó el castigo, y los mantiene regados por su oficina como para recordarse a sí mismo que su misión es decirle a otros que sí se puede, sí se puede vivir de la música -siendo fiel a sus acordes.
Juan Carlos, como lo llaman quienes se unen al río de sus emociones, es un creyente de los ciclos y este es, sin duda, un nuevo inicio.
===